Te dices pueblo, como mi pueblo
y, como el mio,
estás lleno de heridas y huesos rotos,
vacia la panza,
tus monedas en bolsillos de otro
tus hijos al otro lado de la mentira
ahora están en manos de la muerte, de la indiferencia;
cosa buena cuando el abuso les va pisando su futuro.
Hoy parece que no hay palabras,
a todas ellas las ha crucificado
la baba acida del falso gobernante
parece que el lenguaje provoca nauseas
y que el discurso va untado de mierda
frente a una multitud que recobra su olfato.
Hoy, un puntito de la tierra se consume en llamas de odio;
ese pueblo, vecino de mi pueblo,
que desde aquí miramos con el pellejo erizado
como conmocionados testigos de un pais, hoy,
espejo aterrador del mundo.
Nadie habla ahora,
cerradas están las manos porque las retinas se abrieron,
el resentimiento aprovecha y llena sus pulmones de aire
mientras sus entrañas arden y escupen sobre sus banderas.
Tú, pueblo como mi pueblo,
disculpa que me he armado de un poema en medio de tu ira
pero la poesía siempre sugiere en medio del dolor y la denuncia;
despierta como amanece el sol cada dia,
despacito, sin competencias y en silencio
levantate sobre los hombros de tus lideres, no al contrario;
la pesadilla, al final,
es su repetitiva, retorcida y rebuscada retórica.
Así que, increiblemente, la incredulidad es bienvenida ahora,
aunque y, a pesar de todo,
"creer" es un verbo por el qué luchar
para salvarnos todos.
IRMA PEREZ, La Pillis - 2014
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